El primero se llama Wenceslao Casares. Los millonarios de Silicon Valley lo quieren porque los avivó para que se vuelvan todavía más millonarios. Un conector. A Wences se lo conoce como el paciente cero. Él introdujo Bitcoin a la mesa redonda, literalmente. En una cena con magnates tecnológicos que no finalizaron la universidad, Wences usó su smartphone para enviarles la modesta suma de quinientos mil dólares. Y así los millonarios se divertían enviando y recibiendo cryptomagia al sonido del copiar y pegar.
Todo sin intermediarios. Sin bancos. Sin comisiones porcentuales. Sin vergüenza.
Wences, ya millonario tras haber vendido Patagon por 750 millones de dólares, se propuso hacer, con el Bitcoin, algo revolucionario. Quizás influenciado por las noticias de su país natal, las memorias de su familia perdiéndolo todo o el sonido ganador en el pinball de su mente, Wences decidió embarcarse en la construcción de algo que sólo un argentino podría haber imaginado.
Wenceslao Casares construyó una bóveda de Bitcoin.
Fue a suiza, escogió una montaña, la protegió con guardias de seguridad armados para que, dentro de ella, su empresa Xapo1 resguarde tus Bitcoins en un bunker usando almacenamiento frío. Osea desconectado de internet.
El sistema de seguridad tiene tantas medidas exquisitamente diseñadas que, durante la primera ronda de presentación, todos los inversores decidieron apoyar el proyecto. Y me refiero a inversores grosos; de la talla de fundadores de Paypal, Yahoo y LinkedIn.
El segundo mago se llama Diego Gutiérrez Zaldívar. En su curriculum, Diego tiene el haber formado parte del equipo que levantó la primera versión online de Clarín. Lo que más admiro de Diego es la claridad en su expresividad, despojada de charlatanería, y su preferencia por el pensamiento independiente. Es notable su capacidad para arribar a conclusiones simples con respecto al comportamiento de sistemas complejos.
Diego co-fundó RSK, la primera implementación de smart contracts sobre la red de Bitcoin. No sobre Ethereum. No sobre Patacoin. Sobre Bitcoin.
Para lograr esto, el equipo de Dieguito se juntó con el tercer mago: Sergio Demian Lerner. Describir a Sergio es difícil. Sergio es la personificación de la cúspide piramidal informática. Antes de siquiera comprar un Satoshi, él fue a github, bajó, y analizó cada de uno de los commits del Bitcoin. Además también, identificó ocho bugs en el código fuente del bitcoin, uno de los cuales permitía tirar la abajo toda la red. Y probablemente saltó a la fama cuando demostró que la vasta mayoría de Bitcoins minados al principio (cerca de un millón) provenían de un mismo minero – Satoshi Elmismo.
Esta gente continúa desarrollando RSK. En donde ya se pueden migrar todos los contratos inteligentes de Ethereum sin mucho esfuerzo, y con mejores prestaciones. Pero mejor aún, esta red se apoya en los mineros de Bitcoin para maximizar el servicio por excelencia que confiere de utilidad a un estado—la protección.2
El concepto que permite interactuar de manera programática con Bitcoin se llama Sidechain. Básicamente la operatoria con tus Bitcoins dentro de la red principal queda bloqueada mientras se los usa para distintas transacciones en esta segura blockchain paralela. Algo como lo que le sucede a tu dinero cuando realizás una transferencia internacional, que queda inaccesible por algunos días mientras sucede la magia. Sólo que ahora sin intermediarios ni demoras.
Paralelamente, algunas empresas ya utilizaron RSK para desarrollar algo épico. Una implementación en particular está relacionada con la idea que esbocé en No Hedge, No Edge. La empresa se llama MoneyOnChain y lo que lograron resolver se relaciona con el principal obstáculo a la hora de usar Bitcoin como sistema pagos: la volatilidad de su precio.
Como antes, cuando regía el patrón oro, ahora hay moneda respaldada por una reserva de valor.
MoneyOnChain trajo al mundo la primera Stablecoin respaldada con Bitcoin.
¿Alguien se acuerda la lentitud de su primera conexión a Internet?