El aburrimiento debería ser un derecho constitucional.
Netflix, con un pie adelantado, calza los guantes de box rojos. Se enfrenta contra el sueño. Es una guerra echufada a la fibra óptica. Existen tantos frentes de batalla como cuentas registradas.
El mal y el bien definen por penal. El mal decide más rápido, y el bien no tiene tiempo. El pasado no le corresponde al oprimido, ni tampoco al opresor. Y quien grita, aunque lo intente hacer más fuerte, se hace escuchar, más despacio que la gastada.
Llegó el momento de cagarnos de risa. De mi, de vos, de todes.
El feminismo ya fue. La corrupción moral se desaceleró. Que me digan misógino hace que mi pasado se sienta mejor.
¿Haber prestado mi sueldo en euros como un virgen y que la guita nunca vuelva? Seguime diciendo misógino que hasta me gusta.
¿Reirme de una vaga de mierda que bardea a una persona extranjera trabajando para hacer del nuestro un país mejor? Son peores que la iglesia con sus curas. Me río de ellos.
Burlémosnos de lo parodiable. La parodia es el bugfix de la cultura.
Queria hacer una app. La idea es que puedas ver el top 20% de memes/tweets de cuentas graciosas1. Twitter, Instagram y Facebook. El nombre seria Burlapp y quienes creen contenido viral ganarían Patacoins que después podrían cambiar por espacio publicitario dentro de la app. También planeaba que la gente pueda patentar sus memes con un sello de agua (código QR ó similar).
Pero las elites no me dejaron2. Riamonos igual.
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