Estaba yo por un pantano. Se hacía más profundo. Había otros perdidos que lo continuaban. Algo me llamó. Fui. Veo, semi-tapado por unas ruinas, que entran seres peligrosos, oscuros y, por sobre todo, tenebrosos.
Se detienen debajo de la luna. Hay neblina. Miran para atrás, hacia donde estaba yo. Me tapan las endijas de lo que era una estructura. Vuelven al frente. Pero uno se quedó con algo. Volvió a mirar hacia mi ubicación. No me veía pero sentía mi mirada. Continuaron todos hacia un pueblo abandonado estilo western/medieval.
Yo me dirigía allí. Sin asimilar un motivo claro.
En la entrada había bebidas, un Lamborghini rojo estacionado sobre los adoquines, NPCs (estilo venta de tickets de parque de diversiones), y otros, varios, jugadores. Cuando iba a servirme una gaseosa un jugador similar a Assassin’s Creed apoya su vaso y me ofrece tomarme lo que queda. Accedo. Le tomo el vaso. En el fondo había un chicle masticado. El asesino entró al pueblo. Ahora me toca a mí.