Trabajo de programador porque se paga bien y me es fácil, pero no me veo dentro de la oficina en el largo plazo.
Los lectores habituales de este blog saben que la profesión de informático me permitió vacacionar dos de los últimos cuatro años. Hoy, en mi tercer recreo sabático, me pregunto de qué manera podré seguir alimentándome del rico árbol de la tecnología que se dobla por el peso de sus frutos.
Aunque me disgusten los cubículos, trabajar puertas adentro me permite evadir tareas cansadoras, como vendedor puerta a puerta ó juntar escombros. El hecho es que la oficina garantiza comodidad con poco esfuerzo. Motivo por el que estoy agradecido: estoy cómodo y me pagan bien. Pero sacrificar mi tiempo programando mecánicamente me tiene a maltraer.
Independientemente del seniority, conseguir un trabajo entretenido es posible siempre que uno sea jugador de mediano plazo. Pero eso no va conmigo. Mirando los huecos que hay en mi CV, los empleadores deducen mi perfil de mercenario; no de los que saltan de empresa a lo canguro-judas, sino de los que buscan libertad.
El teletrabajo es un concepto atractivo. La gente piensa que los programadores gozan de un derecho no escrito que los habilita a trabajar remotamente. Tirado en el sillón; comiendo pochoclos. A lo Netflix. Ó en el caribe, sobre una hamaca mientras una noruega dorada te sirve mojitos. No. Es algo más parecido a un soltero en boxers, tocándose la barba, y luchando contra un incesante impulso empecinado en googlear las preguntas más inservibles que una mente creativa se pueda imaginar. Sin importar el escenario, el requisito para el teletrabajo es el mismo: que las tareas no apesten. Programar es 3% saber y 97% no distraerse en Internet.
Estuve cuestionándome qué me tienta de trabajar remotamente. Llegué a la conclusión de que es el estilo de vida… el imaginado. Los deportes extremos. La motorhome. El clima como factor para ir de visita a Buenos Aires (odio su húmedo verano). Y llegué a la conclusión de que el incentivo en realidad es más sofisticado.
El sentimiento que derivamos de nuestras tareas profesionales permeabiliza al resto de los aspectos de nuestra vida. En ese sentido, podemos clasificar al grueso de oficios en tres grupos: los desaboridos, los que me producen indiferencia y los que uno realiza placenteramente. Yo busco algo que no sea tedioso y, que además sea remoto. Lo siguiente es la paga.
Las personas lo suficientemente inteligentes como para manipular los conceptos más abstractos son quienes componen la cúspide de la pirámide salarial de las disciplinas técnicas. El otro factor depende del área de especialización, lo que te diferencia de la competencia.
La cuestión es identificar un oficio que sea una simbiosis de tu perfil psicológico y tareas. Ó como dijo Naval: encontrá lo que parece trabajo duro desde afuera, pero no se siente como trabajo para vos. 1
Entonces, ¿qué dirección toma la tecnología?
Antes el email se mandaba a través de una terminal, ahora las TVs vienen con un botón que dice Netflix. Para mandar un mensaje por IRc tenías que conocer los commandos, hoy tu abuela manda Whatsapp. El patrón que gobierna el cambio se mantiene: Cuando se simplifica lo técnico se masiviza lo complejo. Ahí va el dinero.