La mayoría de la deuda es de interés variable. Junto a hipotecas, variados títulos financieros usan al bono del tesoro de 10 años como punto de referencia para fijar el importe de la cuota a cancelar. El funcionamiento de los bonos establece que el precio de estos se comporta de manera opuesta a su tasas de interés o retorno (yield en inglés). Bono baja, tasa sube; y al revés.
Entonces, si el gobierno de EEUU permite que los bonos bajen –debido a una baja demanda–, una buena parte de la creación de riqueza en la economía real será gastada en pagar una deuda ahora mayor; y no en activar la dañada economía. Ahora, el conundrum: para mantener las tasas bajas, cosa de que la economía se recupere, la FED imprime dinero y lo usa para comprar sus propios bonos, inflándolos de manera artificial mientas que al mismo tiempo inundan, literalmente, el sistema con dinero.
Acá tenemos varios escenarios. Los inversores (bancos/fondos) pueden sentirse tentados, especular y tirarse a comprar bonos cuando bajen un poco, para luego vendérselos al gobierno y tomar ganancias. Pero, un otro escenario que vuelve al Bitcoin más interesante, es el debilitamiento simultáneo del poder de compra del efectivo junto al de los bonos como instrumentos de inversión. Aseguradoras, fondos de pensión, y otros gigantes pierden dinero al colocarlo en bonos; especialmente, al hacer los números y calcular la inflación. Que de ninguna manera es lo que indica el CPI (consumer price index). Cuando un inversor analiza la inflación de lo que puede consumir contra la inflación de aquello de lo que puede ser dueño (un activo), sus incentivos cambian.