El budismo dice que el «Yo» es una ilusión. Jesús refirió a una idea similar bajo la frase niégate a ti mismo. Y me pregunto entonces, con «El Otro» ¿qué hacemos?
Somos egoistas. Definimos el valor de las cosas a partir del beneficio que potencialmente podemos obtener. Nadie quiere comer un helado derretido, buscar una novia abocada al hedonismo de la atención y el chocolate, ni preferir que la opinión del «Otro» tenga prioridad por sobre la propia — menos aún cuando ni siquiera la emiten.
Pienso que la gente actúa motivada por las creencias asociadas a su identidad. La tendencia de encontrar pruebas que confirman nuestras creencias se llama sesgo de confirmación. Y si lo que buscamos es modificarlas, porque siempre hay terreno para mejorar, el camino es recolectar evidencia de aquello que apuntamos a transformar en una realidad verificable. Requiere de concentración y fuerza de voluntad. Es duro.
Desde que venimos al mundo se nos recompensa al acatar las demandas de la autoridad mientras que se castiga su desobedecimiento. Primero nuestros padres, luego la escuela y cuando ya somos adultos la autoridad es la consciencia. Las recompensas se manifiestan en forma de reconocimiento social. Los castigos en forma de humillación. Desestimar la opinión ajena requiere que nos encarguemos, en definitiva, de diseñar y construir la máxima de las opiniones — la de uno mismo.
Comportarse de manera desinteresada en cuanto a la opinión de «El Otro» puede desencadenar ansiedad. Pero si hay alguien que se debería interesar por la opinión de «El Otro», esa persona sería precisamente «El Otro». Ademas, si al Otro le chupa un huevo tu opinión, ¿por qué te importaría la suya?
Quizás sea tentador pensar que «el otro sos vos» y, no te lo voy a negar, esa teoría podría tener algo de cierto. Particularmente en el sentido de que, al igual que el concepto del «Yo», el «Otro» está representado por una constelación de neuronas ubicadas dentro de tu cráneo. Todo el odio, rencor y desprecio que muchas personas le asignan al Otro, en realidad se lo están canalizando a sí mismos. Lo peor que existe, también existe dentro nuestro.
Los tiroteos en las escuelas yanquis ocurren precisamente porque esos pibes estaban sobre-interesados en el «Otro». Si les chupase un huevo el Otro, no se gastarían en planificar toda la escena de terror: suicidarse sería más práctico. La masacre de balas, lagunas de sangre, alarma de incendios, gritos y apilamiento de cadáveres es precisamente la fascinación con ese «Otro».
¿Y entonces con el Otro que hacemos?
Mi sugerencia es que lo resulevas vos.
Las experiencias personales definen factores adicionales.
Cuando te interesa la opinion del otro es cuando querés demostrarle que tenés razón.
Queres demostrar que el otro esta equivocado porque que te interesa su opinion del otro.
Es más fácil echarle la carga de la muerte a la imagen de un loco de rulos con una cruz en sus espaldas que andar haciéndose cargo de la idea que nos vamos a morir y nadie saber cuando.
Los peros definen tu estructura