Un creciente grupo de personas opina que vivimos en una simulación. La analogía sería que nuestras mentes serían el software y nuestro cuerpo su hardware. Adicionalmente ambos mundos, externo e interno, se regirían bajo las mismas reglas: las inalterables leyes de la física.
El principal inconveniente de la teoría es que no podemos usar el método científico para validarla. Primero porque es irreproducible: aunque tenemos la capacidad de generar un mundo simulado, la matemática todavía nos puede garantizar un número 100% aleatorio. Los dados virtuales no existen. Además, la teoría tampoco es falseable, osea que no podemos demostrar que no estamos viviendo en una simulación.
Al mismo tiempo me llama la atención un hecho: muchos de los promulgadores de esta teoría son personas millonarias.
De la gente con varios millones conozco dos cosas por seguro: ninguno llegó a serlo con la mentalidad de “llego a mi primer millón y luego vivo de rentas”. Y la otra es que ninguno piensa que la cima esté saturada. Osea que no tienen interés en que otras personas no consigan lo que consiguieron ellos. Saben que no les afecta.
Como correlación no implica causalidad, es probable que para tener juguetes caros no sea necesario asumir que vivimos dentro una simulación. Otra cosa de los juguetes caros es que no garantizan felicidad. De todas maneras, tal vez el objetivo no sea ser feliz, sino no ser infeliz.
Un sabio dijo que todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego. Esto es análogo a decir que software que no agrega valor es desinstalado y enviado en la papelera de reciclaje.
Hay softwares cuyas versiones definieron los fundamentos para las versiones venideras. Windows por ejemplo popularizó el Word, el Excel y el mayor destructor de productividad antes de que Facebook fuese creado – el solitario.
Aristóteles se llamó la versión que ideó las taxonomías para clasificar animales vertebrados e invertebrados. También fue el primero en explorar nuestra habilidad en detectar sabores en la comida. Asiduo compartimentalizador, Aristóteles clasificó lo dulce, lo salado, amargo, ácido y aceitoso.
Me gusta creer en la existencia de algo que trascienda la sosa meta de gritar presente en un generación más. Si bien hay millonarios que, como el señor Burns, interpondrían algún tipo de pantalla entre vos y el sol para que luego, pagando, obtengas la iluminación que ahora te merecés; también hay pobres que buscarán despojarte tu bien ganado valor. El resultado es el mismo. La diferencia es que uno te caga y el otro te coge. Pero, ¿por qué lo hacen?
Yo postulo a la Gloria.
Carlos Menem la uso para conseguir su Ferrari, Arnold Schwarzenegger para convertirse en Mister Olympia. La Gloria es el más grande de los deseos que motivan la conducta humana.
Yo quiero la gloria. No sé por qué, ni para qué, pero sé que la quiero.
Tenemos un punto de comienzo.
Si lo que querés es la gloria, antes de preguntarte en qué consiste la gloria, quizás sea más interesante preguntarte por qué creés que no la tenés. Ó mejor aún, si la tuvieses, ¿cambiarías esa gloria por lo que más deseás? Me refiero a la gloria suprema; quedaría grabada en los libros de historia junto a la admiración de las generaciones venideras. Hablo de ubicarte al nivel de Aristóteles, Jesús, Maradona ó Messi, ¿la cambiarías por la opción de cogerte a cualquier mujer que elijas de aquí hasta que te mueras?
Una vida sin esfuerzo es una vida triste. Esto no quiere decir que el esfuerzo innecesario sea la solución. Eso es estupidez. Por eso no hay que caer en la tentación de adjudicarse la gloria desmerecida, porque la cruda verdad la catalizará en infelicidad.
“Todas las teorías son legítimas y ninguna tiene importancia. Lo que importa es lo que se hace con ellas” .- Jorge Luis Borges
Entonces Jorge, ¿cómo se comportaría un programa de una simulación si supiese que va a morir pero no sabe cuando?
La respuesta la encontré en este paper. Se titula Artificial Intelligence Makes Computers Lazy. Es fabuloso, ideal para leer durante una jornada laboral. Además de explicar en qué situaciones un programa exhibe un comportamiento perezoso, a través de ejemplos muestra cómo superarlo y en consecuencia salir de la vagancia que lo lleva a extinguirse en las generaciones adyacentes.